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    febrero 22nd, 2021

    AGUAS NUEVAS

    Con la esperanza de prosperar y de labrarse un futuro para poder sacar a sus familias adelante, en plena época del franquismo, abandonaron sus vidas tal y como las conocían y sus pueblos. Su equipaje estaba compuesto básicamente por un puñado de grandes ilusiones y la voluntad de trabajar mucho y muy duro. Por lo demás llegaron, tal y como recuerdan hoy, prácticamente «con una mano delante y otra detrás». Cuarenta años han transcurrido desde que se iniciase el proyecto de colonización de Aguas Nuevas, creando así un nuevo núcleo de población que hoy no cesa de crecer. Aguas Nuevas junto con las poblaciones hellineras de Mingogil, Cañada de Agra y Nava de Campaña son tierra de colonos. Forman parte de los proyectos de colonización que se impulsaron durante la dictadura franquista con la finalidad de repoblar zonas rurales. Para ello se ofrecían tierras de cultivo, vivienda y aperos de labor a cambio de que los nuevos pobladores echaran raíces en cada zona. Lugares hasta aquel momento de tierras de secano y prácticamente yermas que acabarían convertidas en superficie de regadío, en el marco de una transformación del mundo rural. Un proceso en el que pronto se comprobó que lo primero que se precisaban eran sistemas de producción más eficaces.

    Corría el 19 de enero de 1961 cuando el Instituto Nacional de Colonización (INC) inauguró, a bombo y platillo, el alumbramiento de aguas de El Pasico, situado a 10 kilómetros de Albacete y cerca de El Salobral. Fue el primer paso para crear 1.500 hectáreas de regadío. Hasta el Nodo dio cuenta de la buena nueva. El éxito de la iniciativa fue tal que, poco después de la inauguración, el gobernador civil de la provincia anunció en la Comisión del Consejo Provincial del Movimiento, y tras una visita a Agricultura, la construcción de un poblado para futuros colonos así como la parcelación de las tierras que se beneficiarían de las aguas de El Pasico.

    Comenzó así a gestarse lo que hoy es Aguas Nuevas. En la Comunidad de Regantes Príncipe de España unos retazos de la historia de la localidad recuerdan que tras el alumbramiento de las aguas se construyeron silos y almacenes, el propio poblado, pensado inicialmente para unos 250 colonos, así como una Escuela de Capacitación Agraria. Éstas últimas instalaciones eran muy necesarias ya que por aquel entonces el INC, y posteriormente el Iryda (Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario), ‘tutelaba’ a los colonos. Tutela que incluía, entre otras cuestiones, el aprendizaje de las técnicas de regadío y cultivo cuya instrucción se llevaba a cabo en la Escuela creada a tal fin. A la hora de levantar el nuevo poblado de colonización se siguieron los modelos arquitectónicos y urbanístico ya realizado en la localidad cacereña de Vegaviana y en la hellinera de Cañada de Agra, proyectos ambos de la denominada arquitectura modular firmados por el arquitecto José Luis Fernández del Amo, si bien el arquitecto de la locliadad fue Pedro Castañeda Cagigas, autor también de poblaciones como Llanos del Caudillo, Bazan o Cinco Casas en la vecina provincia de Ciudad Real.

    Las solicitudes para convertirse en colonos, formando parte de la aventura de convertir una tierra antaño casi estéril en un nuevo municipio, las tramitaba el INC. Entre otras muchas cuestiones se priorizaba la cercanía, es decir los habitantes de localidades vecinas tenían prioridad.

    A los nuevos pobladores el Instituto -explican algunos de aquellos primeros colonos- les dotó de una vivienda así como de una parcela de entre 8, 10 o 15 hectáreas, según la calidad del suelo. También se les entregó una vaca o un caballo, aperos de labor y algunos productos necesarios para cultivar.