LA CIUDAD SE EXPANDE
A partir de las revoluciones científicas y tecnológicas del siglo XVII, y muy especialmente de la revolución industrial –y del transporte y las comunicaciones– en los siglos XVII y XIX, la ciudad ha pasado de ser un enclave concreto más o menos estable en un lugar del territorio a ser una categoría territorial, un modo de ocupar el suelo en una red expansiva y de creciente densidad. Por lo tanto, una de las principales características de la ciudad contemporánea es su crecimiento.
Pero, ¿cómo crece la ciudad? En cada ciudad se superponen numerosas escalas, ritmos y dinámicas de crecimiento muy diferentes, o incluso a menudo enfrentadas entre sí, que generan un patrón característico de cada una. Tan es así que a menudo describimos la forma de las ciudades por el modo en el que crecen: ciudad radial, ciudad lineal, área metropolitana, mancha de aceite, etc.
MADRID: INFRAESTRUCTURA Y ENSANCHES
El ensanche ha sido históricamente uno de los principales modos de crecimiento característicos de Madrid. Sucesivas expansiones planificadas y arrabales informales han ido desarrollándose ‘al otro lado’ de diferentes infraestructuras –murallas, arroyos, barrancos, circunvalaciones y, en los últimos tiempos, autopistas– para ser posteriormente asimilados como parte del casco. El gran ensanche de Castro, planificado a mediados del siglo XIX, es sin duda el momento culminante de este proceso. Una gran retícula rodeó Madrid por norte, este y sur, absorbiendo las irregularidades que se habían desarrollado en torno al casco y generando una vez más una almendra claramente definida.
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Pero estos nuevos límites no tardarían es desbordarse. A partir del siglo XX, la ciudad comenzó a expandirse a lo largo de sus diferentes carreteras nacionales radiales, ya fuese a través de grandes polígonos de vivienda social, zonas de ciudad jardín o desarrollos informales, a menudo de gran tamaño como el barrio de Tetuán. Además, esta expansión supuso la anexión de poblaciones menores al tejido urbano dotando a la ciudad de un carácter crecientemente metropolitano.
Tras la Guerra Civil, el llamado Plan Bidagor (1941) intentó ordenar dicho crecimiento a través de la entonces novedosa zonificación, así como de una visión metropolitana del ‘Gran Madrid’. No obstante, la realidad desbordó el plan, y la periferia de Madrid desarrolló más y más un carácter heterogéneo y fragmentado, marcado por una sucesión de bolsas edificadas inconexas entre sí y por un sinfín de intersticios vacíos y frecuentemente degradados.
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El llamado ‘salto metropolitano’ se consumaría en las décadas de los 60 y los 70, caracterizadas por la aceleración del crecimiento demográfico (a la continua migración se le sumó el baby-boom). El Plan General de 1963 impuso un modelo de funcionamiento y crecimiento urbano radial-concéntrico para Madrid, a través del desarrollo de la infraestructura viaria, de grandes zonificaciones de alta densidad (mediante la tipología de bloque abierto) y del desplazamiento de grandes equipamientos comerciales y zonas industriales hacia la periferia. En aquella época se proyectó y comenzó la construcción de la M-30, y se plantearon ya con bastante precisión lo que llegarían a ser la M-40, así como algunos de los principales ejes de salida de Madrid.
LOS NUEVOS ENSANCHES Y LOS PAU.
En respuesta a las deficiencias y falta de estructura de su periferia, Madrid apostó en los años 80, por los llamados ‘nuevos ensanches’ como herramienta para colmatar el tejido del primer cinturón urbano y dotarlo de una estructura clara. Se trataba de una tipología urbana nueva (aunque para nada exclusiva de España), que surgía como reacción a las grandes zonas de bloques abiertos propias del desarrollismo de las dos décadas anteriores. Ramón López de Lucio (2003) las describía como “retículas viarias básicamente ortogonales que delimitan manzanas cuadradas o rectangulares de superficies comprendidas entre 1/3 y 2/3 de hectárea. Estas pequeñas manzanas permiten construir actuaciones residenciales unitarias resueltas por un bloque perimetral continuo (‘manzana cerrada’) que engloba un espacio interior ajardinado de uso habitualmente reservado a los residentes en la manzana”.
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El Plan General de 1985 consolidó e impulsó esta tipología que, con algunas excepciones como Valdebernardo o Las Rosas, fue utilizada en superficies relativamente pequeñas para coser tejidos existentes inconexos entre sí. Fue acompañada de la construcción de grandes avenidas de conexión entre barrios, relativamente ajenas a la lógica concéntrico-radial de 1963.
El nuevo Plan General de 1997 (vigente hoy en Madrid) mantuvo en cierta medida la definición tipológica de los ‘nuevos ensanches’ (definición pormenorizada de manzanas para actuaciones unitarias, que configuran por completo el tejido urbano), pero la aplicó con un cambio enorme de escala, tanto de la unidad de barrio como del alcance total de los nuevos desarrollos urbanos. Reciclando el instrumento de los llamados PAU (Programas de Actuación Urbanística), se propuso el relleno de prácticamente todas las grandes islas resultantes de la red viaria (que ya incluía la M40, la M45 y la M50) que no tuviesen una protección natural específica, es decir que no tuviesen carácter forestal.
PRESENTE Y FUTURO DE LOS PAU
El resultado, todavía en desarrollo, ha sido una ristra de grandes barrios (de hasta 50.000 habitantes) homogéneos y relativamente inconexos entre sí, que definen el borde urbano del municipio desde el norte hasta el sureste. Se trata de tejidos con una densidad muy baja (35 viv/ha), pero con unas escalas de viario y de edificación muy grandes, con avenidas de hasta 70 m de ancho (más del doble de la Gran Vía, y sólo 10 m menor que el Pº de Recoletos), y manzanas de más de 200 viviendas con edificación generalmente unitaria.
El territorio planificado por el Plan General del 97 está lejos de haber quedado colmatado. Los PAU del norte están mayoritariamente construidos, con excepción de Valdebebas, que aún tiene numerosas manzanas por ser desarrolladas. Éste barrio ha sido desarrollado en gran medida por cooperativas, y se ha beneficiado de la flexibilización de la definición tipológica de las manzanas y las alturas, con el objetivo de dar lugar a un espacio urbano más heterogéneo y variado que el de sus antecesores.
El panorama en el sureste es bien distinto. Tan sólo el Ensanche de Vallecas está mayoritariamente construido. El barrio del Cañaveral ya tiene habitantes, aunque gran parte del barrio se haya en construcción o pendiente de desarrollo. Los barrios de Valdecarros, Los Berrocales, Los Ahijones y Los Cerros están en diferentes estados de obtención de permisos o incluso de urbanización, y se prevé que comiencen a ser desarrollados sucesivamente durante los próximos años.
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En resumen, más de 100.000 viviendas van a ser desarrolladas en Madrid en los próximos años siguiendo un modelo basado en la manzana, que se ha mostrado obsoleto e incluso deficiente en algunos aspectos, tanto desde un punto de vista urbanístico como tipológico, y que por lo tanto debe ser repensado desde parámetros contemporáneos.
REPENSAR EL ENSANCHE, REPENSAR LA MANZANA
Es por lo tanto un hecho que la manzana va a continuar siendo el soporte del crecimiento de gran parte de Madrid durante la próxima década. Pero la manzana puede ser interpretada de modos muy diferentes. Por ejemplo, la manzana del PAU difiere mucho de la del ensanche de Castro. Mientras que ésta se concebía como una herramienta para gestionar el proceso de crecimiento de la ciudad, la manzana de las nuevas periferias madrileñas da forma definitiva no solo al tejido urbano, sino también a la arquitectura, a su uso y a la misma estructura de las comunidades que alberga.
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Entonces, ¿cómo debería ser la manzana que pudiese dar respuesta a los retos, valores e intereses que caracterizan a la sociedad y a la ciudad contemporáneas? ¿Qué tipo de comunidades constituyen la unidad de producción de la ciudad de hoy? ¿Cómo han cambiado los valores y los hábitos a la hora de habitarla? ¿Qué nuevos usos se dan en la ciudad? ¿Cuál es la relación del trabajo con la vivienda después de la pandemia del Covid19? ¿Cómo podemos repensar la relación entre la ciudad y la naturaleza? ¿Cómo puede la arquitectura reaccionar a las crecientes evidencias de una crisis climática?
Este curso pretende abordar la posibilidad de construir un modelo de ciudad actualizado sobre el tejido de los PAU, REPENSANDO LA TIPOLOGÍA DE LA MANZANA que tanto los caracteriza a través de un caso de estudio en la periferia madrileña.